Dr. José René Arévalo Azmitia MACG MAAG FACS
Cirugía Laparoscópica Avanzada – Cirugía Digestiva
Hace aproximadamente 8 años que regresé a Guatemala después de casi dos años en Argentina; donde realicé mi entrenamiento en calidad de Becario o Fellow en Cirugía Laparoscópica y Mínimamente Invasiva.
Participé en un sinnúmero de cirugías laparoscópicas incluyendo mis primeros casos iniciando conocimientos, descubriendo experiencias y participando en la vida de pacientes que se sometían a Cirugía Bariátrica y Metabólica la cual, en ese entonces, era “relativamente” nueva y “de moda”.
Tratando de incorporarme a la vida profesional como cirujano, fui invitado a trabajar como socio adjunto en cirugías de este tipo al lado del equipo médico de más experiencia en Guatemala, el equipo de New Life Center.
Desde entonces, hemos operado más de 800 casos de pacientes con obesidad mórbida; con excelentes resultados a pesar de su complejidad y haber requerido el apoyo de múltiples especialistas para salir adelante.
He visto pacientes solicitar ayuda queriendo cambiar su vida así, como otros queriendo “cotizar” procedimientos como si fuera tan simple como buscar el mejor precio, sabiendo que lo barato sale caro; he visto pacientes con nuevos estilos de vida y he visto pacientes arrepentidos por lo difícil que es el compromiso con ellos mismos.
He visto de todo… perdón, creí haberlo visto todo.
Desde pequeño siempre fui gordito; para que estemos claros, digamos que me gustaba comer. Siempre fui buena onda, seguro de mí mismo, orgulloso, enojado y con carácter.
Crecí así, comiendo, porque obviamente el gordito es gordito por comer, no mintamos. Adolescente normal, eso creo.
Mis padres observando mi crecimiento y adaptación, trataron con todo amor de hacerme llegar el mensaje del peso.
Haciendo dieta… ¡cuántas dietas! Tratando de hacer ejercicio… ¡cuánto ejercicio! En mis tiempos no estaba de moda comer sano, ir al “gym” y ponerse musculoso.
La gente iba por salud.
Recuerdo a mi mamá despertarme a las 5 de la mañana para que fuera al gimnasio a hacer aeróbicos, antes de ir al colegio.
Recuerdo con risas lo mal coordinado que era y cómo mejor me mantenía en las filas de atrás para no verme tan mal.
Sudar copiosamente, mientras los flacos no derramaban ni una gota de sudor.
Salir casi gateando de una clase del bendito spinning, pensando en los tacos que ahora me podía comer porque me los había “ganado”. Ingenuo.
Crecí y “maduré”. Facultad de Medicina, estrés total.
Malos hábitos de comida.
Malos hábitos de dormir.
¡Malos hábitos de todo!
Gordito igual, haciendo turnos, comiendo mal, desvelándome, pero estudiando lo que yo quería.
Entrenamiento en Cirugía General, más estrés. Peores hábitos de todo.
No sé, no me di cuenta… ¿en qué momento me descuidé tanto? Yo, el gran médico, predicando y comiendo mal, ansioso y pesando más de 250 libras.
Está bien, me dije… ¡Dieta! Así pasaron casi 5 años más.
Un médico es el peor paciente… seguro.
Nadie nos quiere operar, somos potencialmente complicados. ¡Pocos aceptamos operar un colega así nomás, porque es mucha responsabilidad! La verdad nunca me pasó por la mente durante esos 6 años que ya estaba en Guatemala, que estaba haciendo Cirugía Bariátrica, que debía hacer algo por mí.
Sinceramente, no sé cómo yo podía vender ese “servicio”. ¿Qué trabajo tendrá un Neumólogo fumador? ¿Cuántos pacientes tendrá un Hepatólogo alcohólico? ¿Cómo se verá un cirujano obeso mórbido orientando y pidiéndoles a pacientes obesos que bajen de peso?
No fue sino hasta que ya mi sobrepeso era un problema para mí y mi trabajo que decidí hacer algo.
Me dolían las rodillas, mi problema y antecedente tiroideo totalmente descontrolado por el sobrepeso, sudaba a mares en las cirugías de alto estrés y rendimiento, insomnio, cefaleas, etcétera. ¿Qué decidí hacer por mí?… dieta y ejercicio… otra vez.
Como en un juego, peso arriba y abajo, estrés arriba y abajo, dosis de medicamentos arriba y abajo; no digamos humor… arriba y abajo.
Ahora sí… no fue sino hasta que casi dejo este mundo debido a un descontrol por mi tiroides, que dije: ¨ya estuvo bueno de dietas, ejercicios, agüitas, pastillas, remedios, etc… Necesito hacer algo por mí, no por nadie más¨. No sabía que estaba por tomar una de las mejores decisiones de mi vida, decidí pedir ayuda.
El 23 de junio del 2016, con un peso inicial de 261 libras e IMC (índice de masa corporal) de 38, con la bendición de Dios, el apoyo de mi familia y amigos cercanos, decidí operarme. Le pedí al equipo interdisciplinario de New Life Center ser su paciente y considerarme para Cirugía Bariátrica.
El grupo quirúrgico decidió hacerme una Manga Gástrica (gastrectomía vertical en manga en términos médicos). Pasé por todo el protocolo pre-operatorio, como Dios manda.
Hice todo examen que debía hacer, no me salté ningún paso, seguí todas las instrucciones al pie de la letra.
Gracias a Dios, la cirugía fue un éxito sin complicaciones; pero la recuperación no fue nada como yo pensaba o creía, nada como veía en mis pacientes, o como leía, nada como investigaba.
No pude, más bien, no me dejaron tomar ninguna decisión en cuanto a mi tratamiento; entonces tuve que pasar por todo, no como médico, el gran cirujano… sino como paciente.
Dolor postoperatorio… sí, náusea postoperatoria… sí, me quería quitar el drenaje… sí, me arrepentía… no.
El inicio de dieta, para cualquier gordito, la gloria… ¡definitivamente no! Sumamente difícil.
La ausencia de sensación de apetito nos confunde. ¿Cuánto puedo comer?
El desconocimiento de la cantidad de lo que se puede ingerir nos confunde.
¿Qué podemos comer? Solo líquidos.
Sin mayores detalles, fui adaptándome de todo.
De comer solo líquidos y sopas por dos semanas hasta papillas y purés; hasta picados y dieta blanda cocida en cuestión de 6 a 8 semanas.
Aprendiendo a comer, aprendiendo a priorizar lo que comía. Aprendiendo a comer varias veces al día sin olvidar tomar agua.
Conociendo mi cuerpo y cómo iba a formar mis nuevos hábitos, ¿Cómo voy a comer de ahora en adelante? Para el tercer mes ya estaba comiendo de todo.
Comparemos… si antes podía comer 8 pedazos de pizza y dos vasos de agua gaseosa, digamos que ahora puedo comer dos pedazos como máximo, sintiendo que exploto, sin agua gaseosa.
Anteriormente me terminaba un plato de carne grande con guarniciones y cerveza, ahora comparto un plato pequeño de carne y sin cerveza. Pero veámoslo mejor en resultados; médicos y estéticos.
Estéticamente, cambié mi closet totalmente a los 6 meses de operado. Baje 6 tallas de pantalón, 2 tallas de camisa, peso 66 libras menos, practico ejercicio y como mucho mejor.
Laboralmente, ya no me duele la espalda o las rodillas, estoy menos cansado, duermo bien y manejo mejor mi estrés.
Médicamente, estoy en óptimas condiciones, no tomo suplementos ni vitaminas, laboratorios y pruebas completamente normales.
La dosis de medicamentos para la tiroides reducidas a la mitad, no más hipertensión.
Ahora, para los que piensan que la cirugía bariátrica es milagrosa; podré comer de todo sin engordar, es sólo la cirugía y listo, ya nunca voy a volver a engordar, etcétera, etcétera… ¡FALSO!
Personalmente lo veo así: la cirugía es la oportunidad que me di, por la voluntad de Dios por supuesto, de bajar esas 66 libras que, de ninguna otra manera, hubiera bajado con dieta y ejercicio solamente (además ya estaba cansado de hacerlo); pero a partir de ahora, depende completamente de mí el mantenerme y no volver a subir de peso.
La cirugía sirve para bajar todo ese peso al inicio, pero es un “corre y va de nuevo”: si no nos mantenemos
estrictos en cambiar nuestros hábitos hacia la mejoría, por nosotros mismos, será por gusto tanto esfuerzo y compromiso.
Hasta la fecha llevo dos años de operado y una vida plena normal.
Trato de mantenerme con decisión y compromiso propio y aún sigo pensando que el operarme fue una de las mejores decisiones de mi vida.